Mi unico apoyo es...

Era algo extraño, o quizás, más que extraño, desagradable…Esa única amistad que traía consigo.
Gina se recostó en su cama profiriendo una fuerte exhalación. No había sido un buen día para ella. Más bien, ningún día era bueno para ella. Pero este se ameritaba ser el peor.
Escuchó a alguien tocar la puerta de su habitación y tardó unos segundos en decidir abrirla. Tan solo esperaba que no fuera su horrenda tía, pero, para su gran alivio, descubrió que solo se trataba de Max.
Lo hizo entrar sonriéndole apagadamente y fue de nuevo a su cama para refugiarse entre las colchas.  Max se acercó a ella y se tumbó en el piso sin apartar su mirada de la joven.
- Deja de verme - le ordenó Gina con la voz ahogada entre su edredón.
Sintió un retortijón en su estomago al verlo de nuevo, sus ojos llenos de genuina preocupación. Al menos, pensó, Max jamás pretendería frente a ella. Con un suspiró se quitó las colchas de encima y le hizo un cupo en la cama. Él trepó y se sentó a su lado sin emitir ningún ruido.
Gina, temiendo encararlo, miró al suelo sintiendose avergonzada. Aunque solo se tratara de Max, eso no le quitaba lo incomoda que se sentía después de haber pasado tantas tragedias en su colegio.
- Hoy me han cabreado más que nunca - murmuró quedamente, como si hablara para sí -.  Mis supuestas amigas volvieron a traicionarme No lo entiendo, realmente no entiendo porque la gente es así - dijo, y esta vez no pudo evitar sonar dolida, siendo que era como menos deseaba ser escuchada.
Vio como Max la veía con ojos perdidos, como si no supiera de lo que estaba hablando. Gina se forzó a sonreír, claro que no podía comprenderla. Pero le daba la sensación de que él era único que por lo menos se acercaba a hacerlo.
- Me siento tan sola - murmuró y se dio cuenta de cierta humedad en su rostro…
Lagrimas.
Miró a Max entre las cortinas de agua que nublaban su visión, su pequeños ojos cafés y su melena negra, negra como la ropa que ella traía puesta después de que su tía le había obligado a ponérsela para el funeral.
Sollozó con mas intensidad y tomó a Max entre sus brazos, apretándolo fuerte contra ella. Se sintió mas tranquila, por lo menos.
- ¿Por qué mis padres tuvieron que dejarme sola?
Max le dio un tierno beso en una de sus mejillas y de ella brotaron más lagrimas.
Ser reconfortada de esa manera, sentirse cálida al tenerlo cerca. Max la hacía feliz, pero al mismo tiempo le recordaba lo sola que estaba en el mundo, sin amigos, sin padres. Y por mas que lo apreciara, eso no cambiaba la realidad. Él era y seguiría siendo tan solo un perro.
…


Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre y quizás, para Gina, eso era cierto.